Que hacemos?


Por Sergio Job.

Pasaron casi dos semanas desde el miércoles en que nos detuvieron, golpearon, amenazaron y todas esas cosas a las que es tan afecto la policía. En esas dos semanas, además de muchos mails, mensajes, abrazos y todo tipo de gestos de solidaridad y cariño, existió otra cosa que se repitió a montones, una pregunta sencilla de formular pero difícil de responder ¿qué podemos hacer?
    Y la respuesta fue también una constante, organizarse. No callarse más, no mirar para otro lado, organizarse contra el accionar policial, contra el gobierno que define estas políticas, exigirles a nuestros legisladores que deroguen ese maldito Código de Faltas, organizarse contra el Estado capitalista que sostiene y profundiza una sociedad cada vez más injusta. Organizarse.
    Pero hubo también otra pregunta muy específica que se repitió mucho. ¿Qué hacer cuando uno ve que la policía tiene a un grupo de pibes contra la pared por nada, por ser jóvenes, morochos y pobres? ¿Qué podemos hacer? “Porque da mucha impotencia, y porque seguir de largo es como no meterse y es más de lo mismo, pero unx no quiere hacer eso, pero pareciera que no le queda otra”. Y esta pregunta, que se repitió a montones en estos días, ya la habían planteado varixs compañerxs en el Encuentro Provincial contra el Abuso Policial que se realizó en Alta Gracia. Y la verdad es difícil, pero voy a contar un poco cómo se procede generalmente ante estos casos, que se recomienda hacer y qué no.
    Primero y principal, hay algo que tiene que quedar clarísimo. Hacer algo que señala o entorpece, de alguna manera, la soberbia de los poderosos, siempre, siempre, puede tener efectos negativos sobre quien lo realiza. Es un acto que precisa de valentía, de compromiso con la causa de las mayorías populares, un acto que se realiza asumiendo de los efectos que puede llegar a tener. LA AUTORIDAD, como se autodenominan los efectivos policiales, no suele soportar su cuestionamiento, su señalamiento, no suele tolerar el diálogo ni la reflexión ni la búsqueda de razones. No es su culpa, es una educación hecha para eso, es la institución. Romper con “lo normal”, es decir, romper con el “no te metás” al que venimos acostumbrados desde hace tanto, tanto, tiene su costo, pero también, y es bueno aclararlo, sus enormes, inmensas satisfacciones. Esos actos de responsabilidad hacia el otro, de responsabilidad hacia mi vecino, mi igual, mi hermano, esos actos que acusan el uso indiscriminado del poder, esos son los actos que te hacen libre, sino ¿qué es la libertad? ¿ser libre cuando el poder decide que seas “libre”? Eso suena muy lejano a mi idea de libertad. Insisto en algo, no lo hacemos por el otro, por el que está ahí en la pared, o al menos, no lo hacemos sólo por él, lo hacemos por nosotros, por poder ejercer nuestra propia libertad, nuestro propio derecho de preguntarle a un funcionario público por qué hace lo que hace, poder cuestionarle cómo lo hace, poder darle un parecer distinto, contrario incluso, poder charlar razones, sentires. Unx no lo hace por el otro, lo hace para vivir en una sociedad un poco más justa, un poco más libre, un poco más igual.
    Una vez que asumimos que ese hermoso acto de responsabilidad y libertad puede tener sus consecuencias, vamos a tratar de hacer las cosas para reducir al mínimo el margen de posible consecuencias negativas para quien se detiene y decide dejar atrás el “no te metás”, el “algo habrán hecho”. Así, si son varixs lxs que van caminando juntxs, es recomendable que el grupo o el dúo, se divida en dos, unx que va a intervenir y otrx que quede más alejadx mirando para poder dar aviso en caso que la situación pase a mayores e intenten detener a quien va a intervenir. Bajo ningún punto de vista el o la que se aleja debe tomar parte de la situación, ya que si no queda nadie para avisar lo sucedido, quizás pasen muchas horas antes que les dejen usar un teléfono para dar aviso a familiares, amigxs, vecinxs y abogadxs.
    Luego, el o la que vaya a intervenir puede simplemente detenerse detrás del operativo. Esto garantiza que a los pibes puestos contra la pared no los puedan “engarronar” (por ejemplo ponerle droga o un arma o algo por el estilo, mientras dura el procedimiento) y garantiza que no comiencen a darle golpes de manera impune. Los policías al observar esto comenzarán a sentirse incómodos. En este punto hay dos reacciones posibles por parte de los efectivos policiales, o dejan ir a los muchachos, caso en que unx procederá a seguir caminando sin más; o, lo que es más factible, le den la orden a quien se haya detenido, de que circule, que está entorpeciendo el accionar policial.
    Ante esto unx debe responder de manera tranquila y respetuosa, que sólo quería saber la razón del operativo. Acá es donde la cosa puede empezar a complicarse. Generalmente ante esta simple pregunta los efectivos policiales suelen reaccionar de manera agresiva (¿será que nunca tienen razón para estos operativos?, ¿será que no están acostumbrados a ser interpelados por la ciudadanía a la que deben brindar seguridad?).
    Si la situación va tomando ribetes violentos, o uno observa que el oficial está claramente estimulado con estupefacientes, como puede ser cocaína (síntomas claros: movimiento de mandíbula, cara y cuerpo tenso, “duro”, tic de llevar la mano hacia la nariz como si se estuviera limpiando, ojos fijos y vidriosos, etc.) quizás sea mejor retirarse del lugar de manera tranquila, para evitar una situación desagradable. Ahí se puede cambiar de roles con quien había quedado más alejado mirando, que deberá repetir la operación, cosa que los policías sientan que no tiene impunidad para hacer lo que les pinte.
    En caso que el oficial lo interpele sobre por qué se mete, uno puede esgrimir distintas respuestas, desde “sólo pregunto para saber porque no me pareció que los chicos estuvieran haciendo nada”, hasta “soy periodista y estoy haciendo un informe sobre detenciones en la zona”. En este momento, en caso de ser periodista, abogadx, o alguna otra profesión o cargo o pertenece a alguna organización de Derechos Humanos, es recomendable identificarse como tal. Esto, sin ser garantía absoluta de nada, suele ser un freno al momento de violentarse hacia la persona que “osó detenerse”.
    Si el oficial pide que se identifique, uno debe hacerlo con tranquilidad y, se recomienda, pedir también la identificación del oficial. Muchas veces a esta altura de los hechos, ya decidieron que es mejor dejar ir a los chicos que estaban contra la pared y por lo tanto unx también puede retirarse. Es bueno, que luego de que dejen ir a los chicos y a unx mismx, ver si se puede charlar un poco con los pibes, romper ese nosotrxs y ellxs, encontrarse, presentarse, explicar por qué unx hizo lo que hizo. Esto también es parte de ir construyendo una sociedad más fraterna entre iguales.
    Ahora, si eso no sucede así, y por el contrario las cosas comienzan a ponerse violentas con unx, y unx cree que esa violencia no se descargará en los pibes que se encuentran en manos de los oficiales, la recomendación es la de retirarse. Unx no tiene el rol de superman o la mujer maravilla, sino que simplemente está aportando su granito de arena para dejar en claro que unx “sí se mete”, que a unx sí le importa, que la policía sepa que hay gente a la que sí le importa lo que se hace o deja de hacer, y que estas cosas no pueden seguir sucediendo, al menos no impunemente, que entre todxs vamos a hacer que esto frene, que no vamos a seguir caminando como si nada pasara, porque algo grave está pasando, están vulnerando los derechos más básicos de otrxs, de muchos otrxs que son iguales a mi, que son parte de la sociedad en que vivo.
    Esto no intenta ser más que una respuesta a lxs muchxs que me preguntaron qué hacer cuando estén en presencia de estas situaciones. Claro que no hay recetas, y sobre todo quiero que quede claro, que no hay garantías, que unx asume los riesgos de hacer o no hacer (porque no nos engañemos, las dos cosas tienen consecuencias). Igual tenemos que saber que en un Estado cada vez menos democrático, donde la policía hace y deshace a su gusto, por orden de los políticos de turno y por necesidad de un sistema cada vez más injusto, esta montaña de abusos no va a cambiar hasta que no cambiemos la raíz del problema. Sin criminalizar a la pobreza y a la protesta social, este sistema no puede mantenerse en pie, y eso lo saben muy bien. A nosotrxs nos queda, entonces, poner un freno a esto para poder dar vuelta las cosas de una buena vez, y vivir un poco más felices, libres y dignxs. Ojala haya servido como una respuesta posible.